viernes, 3 de agosto de 2007

VECINO DON MIGUEL


por Rafael del Valle
El dos de julio se cumplieron treinta y un años desde que el vecino don Miguel Aylwin Gajardo partió de esta vida, para establecerse por siempre en la ciudad que él mismo eligió como suya.- A nadie escapan sus méritos de profesor normalista, profesor de Historia y Geografía y abogado, ingresando al poder judicial para culminar su carrera como presidente de la Corte Suprema de Justicia. Sin embargo, para los sanbernardinos su recuerdo tiene un carácter más íntimo, cercano, cuyo secreto estuvo en poner sencillez a la dignidad de su investidura y así lo entendió la gente de su pueblo.- Ilustrativas de su temperamento son las anécdotas que de él se cuentan, algunas producto talvez del imaginario colectivo. Nadie en San Bernardo ignora la historia aquella de la escasez de agua de riego: mientras don Miguel pala en mano la encausaba hacia su quinta haciendo uso del legítimo derecho al turno del día, fue sorprendido por un carabinero recién llegado, quien pensando que se trataba de alguien que se las apropiaba sin corresponderle lo llevó detenido. Muchos recuerdan como llegó a pie a la Comisaría; para otros lo subieron a una “Juanita” -una de las primeras versiones de los carros policiales, y finalmente, no faltan los que aseguran haber sido testigos de la indignación del Cabo de Guardia, fuera de si, ante tamaño error de su subordinado. Distintas también son las versiones acerca de la esmerada forma como habiendo recuperado la libertad, el Presidente de la Corte Suprema fue acompañado a su casa en la Avenida Portales.- A pesar de las variantes, y de lo que haya de imaginación en ello, el hecho es hoy parte de la tradición, y se cuenta con cariño, porque se trataba del vecino que no obstante su alto cargo público, en sus asuntos diarios y cotidianos su comportamiento era el mismo que el de otros muchos que jamás obtendrían dicho rango.
Don Roberto Lorca, a quien todavía no llega la hora en que se honre con su nombre la calle Nogales, siendo director del Grupo Escolar mantenía una hermosa amistad con don Miguel, y ambos soñaban con escuelas técnicas, donde el conocimiento intelectual y el arte manual forjaran a los jóvenes permitiéndoles un mejor futuro. Los sueños se llaman hoy Liceo Industrial “Miguel Aylwin Gajardo”.
Aseguran también los antiguos sanbernardinos que don Miguel, teniendo derecho no ocupaba el auto fiscal, aprovechando así de alternar con unos y otros, sabiendo de las personas y del estado de las cosas.- De hecho, no extrañaba verlo oír atentamente a quienes se acercaban para consultarlo o pedirle consejo, personas cuyo nombre probablemente jamás supo.-
Un hermoso ejemplo de vecindad, hoy difícil de comprender cuando cada día las paredes, especialmente las de la afectividad, son más altas, prohibiéndonos saber quien es la Juana Pérez o Timoteo Machuca. Prefiero el viejo estilo: así nos conocemos e intercambiamos virtudes, defectos, grandezas y miserias, donde todavía, apenas unas cuadras más allá, la señora del lado pide prestado un poquito de azúcar, cuestión que no es posible de ver ni sentir en el aire aséptico – para otros aire puro-, del condominio.
Al andar a veces por nuestras deterioradas calles reconozco en mucha gente al vecino don Miguel, personas bondadosas que por el gusto de hacerlo se dan tiempo para efectuar alguna actividad comunitaria, visitar a un enfermo o compartir un momento con un afligido. Es otra forma de hermosear la ciudad.

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